Por Javier Picos
Su popular nombre, que evoca burbujas en copa fina, y su cercanía a París juegan a su favor. La Champagne, integrada según la última reforma administrativa francesa en la región del Gran Este, cosecha cada vez un mayor número de turistas. Sus bodegas, que se van integrando en los circuitos culturales e incluso en las redes de alojamientos, conceden a La Champagne un sabor dulce en un paladar caracterizado por un apasionante devenir histórico y un buen yantar.
Con la campaña de verano ya en marcha, La Champagne, ubicado en el departamento de La Marne, desplegó en el espacio Mood Serrano de Madrid sus encantos, con una seductora carta de presentación: un taller sensorial de caldos de la tierra a cargo de Florent Mercier, sumiller que forma parte del comité de la Guía Melendo del Champagne.
Mercier propuso una cata con presencia de una bodega pequeña como Michel Gonet, con siete generaciones a sus espaldas, y la prestigiosa casa Veuve Clicquot. De la primera marca, los participantes dieron buena cuenta de un blanc de blancs “muy elegante, con aroma a cítrico y flores” y de un rosé (rosado), “con más amplitud de frutos rojos en lengua”. De la segunda, un “armonioso” Posardin, con mezcla de las tres variedades de uva del champagne, y un Rich, con hielo, creado expresamente para coctelería, completaron la muestra de este vino espumoso “versátil, porque no hay que olvidar que marida muy bien con todas las comidas”.
Los argumentos de Mercier pusieron el colofón a una jornada caracterizada por la seducción de una tierra en la que -aseguran los responsable de turismo de La Champagne- “la felicidad está hecha de pequeños instantes”.
Las 35.000 hectáreas de viñedos, las más de 308 millones de botellas producidas en La Marne y sus 13.014 bodegas son cifras que abruman. Aunque no hay dos templos del vino iguales, un proceso de selección se antoja necesario. Ahí se consolida el ecoturismo, los bed and breakfast vitivinícolas y la invitación a que los turistas participen en actividades como la recogida de uva. Este cambio de mentalidad humaniza las tres variedades de uva necesarias para la elaboración del champagne: pinot noir, pinot meunier y chardonnay.
Cinco circuitos turísticos
La Ruta turística del Champagne, con sus cinco circuitos, dan pistas sobre esta nueva forma de entender el turismo relacionado con los vinos. Está completamente señalizada para que el visitante pueda conocer algún que otro secreto de elaboración de los espumosos. El contacto con el productor es una experiencia inolvidable.
Aunque ya en la Edad Media, el champagne era considerado un “vino de calidad, puro y con sabor a fruta”, es en el siglo XVII cuando comienza a gestarse su leyenda con la aportación de Dom Pérignon (1639-1715). A él se debe, entre otros avances, la adición del azúcar en la fermentación, el prensado rápido y fraccionado para producir un jugo blanco, la mezcla de varias añadas, o los tapones para preservar su frescura y la espuma.
La declaración de la UNESCO en 2015 como Patrimonio Mundial de la Humanidad a los Coteaux, Maisons & Cave, que incluye los viñedos históricos de la Champagne, la Avenida de Champagne en Epernay y los crayères (bodegas de creta) en Reims ha contribuido a un mayor conocimiento de esta clase de vinos.
El faro de Verzenay y su museo de las viñas, los más de cien kilómetros de galerías subterráneas de la propia Epernay, el Perching bar (bar aéreo en el bosque del parque de aventuras Arboxygène, en medio de las copas de los árboles) y bodegas afamadas como Moët & Chandon (fundada en 1743), Nicolas Feuillatte, Ruinart, Vranken-Pommery, G.H. Mumm, Taittinger y las ya mencionadas Mercier y Veuve Clicquot han contribuido a este auge del turismo vitivinícola. Además, en Epernay se celebra cada dos años la feria VITeff, el único evento internacional dedicado a las tecnologías de los vinos espumosos.
Grandes personajes de la historia francesa como la marquesa de Pompadour, la amante más célebre del rey Luis XV, ya afirmaba sin tapujos que el champagne era “el único vino que hace que la mujer esté hermosa después de beber”.
Restaurantes con estrella Michelin
Por su parte, los restaurantes de La Champagne tienen muy en cuenta los maridajes de los caldos con los platos que idean para sus cartas. La alta cocina está magníficamente representada por ocho restaurantes con estrellas Michelin: L´Assiette Champenoise, Les Crayères, Le Millenaire y Le Foch (Reims); Le Grand Cerf (Montchenot); La Briqueterie (Vinay); Les Berceaux (Epernay); y Jacky Daniel, en el Hotel d’Angleterre (Châlons-en-Champagne).
L’Assiette Champenoise, con tres estrellas Michelin, está bajo el mando del chef Arnaud Lallement, que no se cansa de repetir que “siempre hay una historia detrás de cada plato”. En su carta destaca su receta de langosta en homenaje a su padre.
Uno no debería irse de la Champagne sin probar un pastel de Fossier, la pastelería más antigua de Francia. Desde 1756, sus dulces Rose de Reims o Pain d´épices han hecho las delicias de muchas generaciones de franceses.
Para hacer bien la digestión de líquidos y sólidos no hay mejor manera que perderse entre los monumentos de Reims y su patrimonio universal de la UNESCO: catedral de Notre-Dame (donde se coronaron unos treinta reyes de Francia), palacio de Tau, basílica de St. Remi y museo abadía de St. Remi. El paseo en barca por Châlons-en-Champagne, los viñedos y bosques de Hautvillers, las actividades en torno al centenario de la Primera Guerra Mundial y el Parque Natural de la Montaña de Reims y su bosque de hayas de Verzy completan una atractivo plan de viaje.
Reposando los populares caldos, también reconforta el alma ver la Métamorph’eau’ses, el espectáculo de luz y sonido de Châlons-en-Champagne, y los Trajes de luz en Epernay, que, en diciembre, programa alumbrados, instalaciones artísticas, conciertos, espectáculos, fuegos artificiales, exposiciones y degustaciones culinarias.
Para aprovechar la experiencia de La Champagne, el touroperador Catai, que también concurrió a la presentación de Madrid, oferta cuatro días en los que se incluye una visita a Reims, un encuentro con el productor Michel Gonet y un paseo en barco para descubrir Châlons-en-Champagne.