Mario y Ana Luna, esperando el veredicto del jurado en la final.
Mario y Ana Luna, esperando el veredicto del jurado en la final.

Unas cocochas de bacalao al pilpil con berberechos llevaron esta noche a Mario, niño logroñés de 12 años, a la victoria en la primera edición del concurso Masterchef Junior. Mario se impuso en la final, muy disputada, a su compañera Ana Luna, la malagueña de 11 años que se defendió brillantemente en la final con un plato de la complejidad del magret de pato, presentado sobre una base de cuscús combinado con zumo de naranja, hierbabuena y una salsa de frutas del bosque. Los fallos del cuscús, que quedó “demasiado pasado y sabroso” en palabras del miembro del jurado Jordi Cruz, condenaron a la segunda plaza a la pequeña chef, que tuvo por otro lado la entereza de sobreponerse a los nervios que le provocaron un corte que se hizo al inicio de la final.

El plato del campeón, si bien era más sencillo a priori (sencillo, claro, para cualquiera que domine el pilpil, que desde luego no está al alcance de cualquiera), resultó perfecto en su ejecución y puso en valor las cualidades que los miembros del jurado (Pepe Rodríguez, Jordi Cruz y Samantha Vallejo Nájera) han visto en el pequeño chef: dominio de la técnica, disciplina, orden y serenidad.

Se puso así esta noche broche y final a la primera temporada de un espacio que se ha convertido en pocas semanas en un paradigma de espacio familiar y entrañable, una pena que para la final no se haya adelantado un poco el horario de emisión para que los más pequeños hayan podido seguirlo. Sin embargo, a efectos de audiencia la final ha sido todo un éxito, logrando el 21,7% de la cuota de pantalla, el récord del programa, y una audiencia media de 4,3 millones de espectadores, según los datos conocidos este lunes.

En esa línea familiar, que es una de las señas de identidad con las que trata de identificarse siempre la cadena pública, el último programa tuvo un guiño navideño al dedicar una de las dos semifinales a la realización de una merienda de Reyes, con roscón, chocolate a la taza y galletas decoradas incluidas; si bien es cierto que la prueba hubiera medido de forma más justa las cualidades de los aspirantes si les hubieran hecho realizar la masa del roscón, y no sólo cocerlo, decorarlo y rellenarlo de nata. Además, en el día del año en el que medio país discute acaloradamente sobre si el roscón debe llevar nata o no, este claro posicionamiento de la televisión pública tomando partida por tan dulce elemento puede levantar ampollas entre los puristas del roscón sin nata, que es como debe ser.

Dabates navideños aparte, el programa consiguió cerrar su primera temporada enmendando algún que otro error. Así, acertó plenamente al llevar al plató a Fabián León, finalista del Masterchef de adultos, superando así la estrambótica decisión de ilustrar la primera entrega de esta primera temporada con la presencia de Mario Vaquerizo, cuya relación con la alta cocina o con la generación de los pequeños participantes es, cuando menos, algo cuestionable.

UNA SEMIFINAL DE NIVEL

La final estuvo precedida por dos semifinales. En la primera, celebrada en Faunia, los aspirantes tuvieron que enfrentarse a uno de los alimentos menos queridos por la gente de esa edad: las legumbres. Lo cierto es que salieron bastante airosos del trance, demostrando que para llegar hasta ahí, aparte de gracia y empatía con la cámara, hay que tener aptitudes culinarias que muchos adultos (la mayoría) no alcanzarían ni en cien años. Ana Luna fue la ganadora de la prueba, consiguiendo un pasaporte directo para la final, gracias a una merluza en salsa verde con berberechos (parece haber sido el molusco fetiche de la noche) con alubias pochas y verduras de temporada.

La papada con puré de alubias pintas de Juan, coruñés de 12 años, y las codornices escabechadas con humus de garbanzos y pan de pita de Esther, la leonesa de 11 años que ha hecho las delicias de una parte importante de los seguidores del programa, parecían claramente superiores a la mousse de chocolate con cacahuetes garrapiñados del que sería luego el ganador, pero en esa fase sólo pasaba un aspirante, así que Mario salvó de la quema.

Después, en la segunda semifinal, la navideña, Juan se quedó fuera al aromatizar el chocolate a la taza con una cantidad ingente de guindillas, logrando un imbebible “chocolate mexicano”, mientras que Esther tuvo problemas serios con la consistencia de las galletas navideñas. Así, Mario, sin fallos apreciables, obtuvo su pasaporte a la final, donde optó por un plato clásico, lo que no deja de ser tampoco valiente en un concurso de este tipo. Claro que hacer un buen pilpil no está al alcance de cualquiera. Enhorabuena, campeón.

Comentarios

  1. Patinazo por triplicado de Pepe Rodriguez al poner objeciones a las kokotxas al pil-pil de Mario. En primer lugar, el ajo se pone en un bacalao al pil-pil (sean kokotxas o lomos) SI o SI, es la “bandera” del plato, su único adorno, si quieres te lo comes y sino no (o lo cortas y te comes parte, que para eso están los cubiertos). En segundo lugar, sugerir siquiera la utilización de aceite refinado en una salsa pil-pil (aunque sea parcialmente) no merece comentario alguno. Por último, la propuesta de abrir los berberechos en la propia cazuela para aprovechar el agua denota un desconocimiento absoluto de lo que es un pil-pil (creo que confundió un bacalao al pil-pil con una merluza en salsa verde), mejor habría hecho en estar calladito la verdad.

  2. El fraude estuvo en la primera y segunda semifinal. En la segunda semifinal, Mario coció mal el roscón, lo rellenó mal con poca nata mal montada y sus galletas estaban demasiado dulces y rotas. Solo hizo bien, que no brillantemente, el chocolate, siendo el roscón la pieza central.

    Por contra, Juan hizo perfecto el roscón (la pieza importante) y perfectas las galletas, metiendo la pata con las guindillas, aunque la textura del chocolate era perfecta.

    En la final, el ajo obligó a los jurados a poner cara de póquer al degustar las cocochas de bacalao al pilpil de Mario (el pilpil, por cierto, fue ocultado a cámara para que no viéramos si ciertamente salían lentamente los jugos blancos de las cocochas ante tan rápida agitación de tartera).

    Mario era el más mediático para lo que viene ahora después de la final y ganó porque eso era lo que la producción del programa veía como más rentable para esta etapa post-final.

    Debería de haber pasado Juan en la segunda semifinal y probablemente hubiera ganado la final, pero claramente no resultaba tan mediático (ventas) como Mario.

    La tele manda.

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