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Antiguas ánforas etruscas y una plataforma de piedra caliza de prensa importadas, descubiertas en el antiguo puerto de Lattara, en el sur de Francia, han proporcionado la primera evidencia arqueológica biomolecular conocida de vino de uva y elaboración del vino, por lo que señalan el comienzo de una industria gala vitivinícola en Francia hacia los años 500-400 aC.

Los detalles del descubrimiento se publicaron bajo el título ‘El principio de la viticultura en Francia’ en la edición de este lunes de ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ por Patrick McGovern, director del Laboratorio de Arqueología Biomolecular del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania y autor principal del artículo, en colaboración con colegas de Francia y Estados Unidos.

Según McGovern, esta confirmación de las primeras evidencias de viticultura en Francia es un paso clave para entender el desarrollo actual de lo que este experto llama la «cultura del vino», que comenzó en las montañas Taurus de Turquía, las montañas del Cáucaso y /o las montañas de Zagros, en Irán, hace unos 9.000 años .

«El ascenso de Francia a la fama mundial en la cultura del vino ha estado bien documentada, sobre todo desde el siglo XII, cuando los monjes cistercienses determinaron por ensayo y error que Chardonnay y Pinot Noir son las mejores variedades para cultivar en Borgoña», señala McGovern. «De lo que no hemos tenido evidencia química clara, combinada con datos botánicos y arqueológicos, es de cómo se introduce el vino en Francia y se inicia una industria nativa», añade.

«Ahora sabemos que los antiguos etruscos atrajeron a los galos hacia la cultura mediterránea del vino mediante la importación de vino al sur de Francia, que registró una demanda que sólo se podría resolver mediante el establecimiento de una industria nativa, probablemente realizada al trasplantar la vid domesticada de Italia y contando con la experiencia necesaria de vinificación de los etruscos», concreta.

En el sitio arqueológico de Lattara, mercantes en un recinto amurallado de entre 525-475 aC, desarrollaron numerosas ánforas etruscas, tres de las cuales fueron seleccionadas para este análisis, y una de ellas mostró signos de residuos en sus bases del interior. A juzgar por su forma y otras características, podrían ser asignadas a un tipo específico de ánforas etruscas, probablemente fabricadas en la ciudad de Cisra (actual Cerveteri) en el centro de Italia durante el mismo periodo de tiempo.

Tras la extracción de muestras, compuestos orgánicos antiguos fueron identificados mediante una combinación de técnicas químicas, con resultados positivos de ácido tartárico/tartrato (el compuesto biomarcador o huellas dactilares de la uva de Eurasia y el vino en el Medio Oriente y el Mediterráneo), así como compuestos derivados de resina de pino. También se identificaron aditivos que están en la base de las plantas del vino, como el romero, la albahaca y /o tomillo, que son nativos de la Italia central, donde probablemente se hizo el vino.

Cerca de allí, se descubrió una plataforma antigua, hecha de piedra caliza y fechada alrededor del año 425 aC, cuya función había  sido previamente incierta. Se detectó ácido tartárico/tartrato en la piedra caliza, lo que demuestra que la instalación se hizo como un lagar. Masas de varios miles de semillas de uva domésticas, pedicelos, e incluso la piel, excavados de un lugar cercano a la prensa, corrobora también su uso para la trituración de uvas domésticas y la producción de vino local.

Los olivos son sumamente raros en el corpus arqueobotánico en Lattara hasta la época romana y ésta es la primera evidencia clara de la elaboración del vino en suelo francés. Durante casi dos décadas, McGovern ha estado siguiendo la historia del origen y la expansión de una «cultura del vino» en todo el mundo, que tiene sus raíces más antiguas conocidas en el antiguo Cercano Oriente, hacia alrededor de los años 7000-6000 aC, con pruebas químicas del primer vino en el sitio de Hajji Firiz, en lo que hoy es el norte de Irán, alrededor de los años 5400-5000 aC. Tipos de cerámicas especiales para fabricar, almacenar, servir y beber el vino son indicadores tempranos de una incipiente «cultura del vino».

La viticultura y enología se expandieron gradualmente por todo el Cercano Oriente. Desde el principio, vides domésticas promiscuas cruzadas con vides silvestres, produjeron nuevos cultivos. El doctor McGovern observa un patrón común para la difusión de la nueva cultura del vino: «Primero atraer a los gobernantes, que podían permitirse el lujo de importar y ostentosamente consumir vino y, a continuación, encargar a especialistas extranjeros trasplantar viñas y establecer industrias locales», señaló. «Con el tiempo, el vino se extiende a la población en general y está integrado en la vida social y religiosa», apostilla.

El vino se importó por primera vez a Egipto desde el Levante por los primeros gobernantes allí, precursores de los faraones (3150 aC). En 3000 aC, en el delta del Nilo se plantaron vides de viticultores cananeos, quienes, como los marinos mercantes más antiguos, también fueron capaces de llevar la cultura del vino a través del Mar Mediterráneo. La evidencia biomolecular arqueológica atestigua una producción local, el vino resinado en la isla de Creta en 2200 antes de Cristo.

«A medida que el mundo griego crece se introduce en la cultura del vino», remarca McGovern, quien añade que «el escenario estaba listo para las empresas comerciales marítimas en el Mediterráneo occidental». «Los griegos y los fenicios, los sucesores levantinos de los cananeos, compitieron por tener influencia mediante el establecimiento de colonias en islas y en las costas del norte de África, Italia, Francia y España. La cultura del vino consiguió echar raíces en tierra extranjera y la historia continúa en la actualidad«, concluye.

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