El Museo de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela acoge la exposición ‘Espíritu del vino. El vino como valor religioso’, que hace un repaso al tratamiento que ha tenido el vino a lo largo de los siglos en las diferentes culturas.
La exposición, impulsada por la Fundación Dinastía Vivanco, supone un proyecto sin precedentes que se añade a su labor de divulgación de la Cultura del Vino en sus diferentes manifestaciones artísticas.
A través de valiosas obras y piezas, muchas de las cuales se exponen al público por primera vez, se puede comprobar que, tal y como señaló la teóloga P. Rech, el vino es “la parábola más hermosa de la pasión vital que emana de la vida y muerte de un dios”.
La muestra, , que permanecerá abierta hasta el 20 de octubre, se divide en cuatro áreas temáticas: Del Tigris al Nilo, el vino de dioses y reyes; El néctar de los dioses, el vino como alimento sagrado; La viña de Yahvé, el vino de la promesa; y De Caná a Emaús, el vino de la Nueva Alianza.
Cuenta con 107 obras y piezas, entre las que destacan un recipiente funerario egipcio (1301-1234 a.C); vasos de bronce procedentes de Irán (II y I milenio a.C); el lagynos, una jarra destinada a ritos vinculados con la fertilidad típica de la cultura romana y hallada en el norte de África (fechada entre los siglos III-IV d.C.); la talla Virgen con el niño, una escultura en madera policromada de la Escuela Castellana (siglo XVI); un ejemplar de la Biblia hebráica, pieza única datada en 1720; La cena de Emaús, un aguafuerte de Rembrandt; la litografía Eros y Psiqué, de Salvador Dalí; y dos obras de Picasso, el grabado Bacanal y la litografía Danza de faunos.
El recorrido por la exposición permite conocer cómo el vino ha estado vinculado a la religión desde tiempos inmemoriales, especialmente en las culturas y religiones a orillas del Mediterráneo. Desde los cultos primitivos del Neolítico, pasando por el cristianismo, el judaísmo o, incluso, el islam.
Así, la vid aparece como símbolo de la eternidad y su cultivo mucho tiene que ver con el paso del hombre por la tierra y su trascendencia. El vino, guardado en barricas bajo tierra, es la sangre de la uva, de la vid y de la tierra y, por ende, de la humanidad y sus dioses.
Pero no hay milagro sin sacrificio y el de la vida (o la vid) es uno de ellos. Sólo cuando algo muere o deja de ser lo que era, se convierte en una naturaleza nueva y con vida renovada. La uva deja de ser tal para convertirse en vino, al igual que el ser humano, muere para lograr la trascendencia.