Edgar Neville, apoyado en su Aston Martin.

«Tomar cordero en Sepúlveda es comerse a un poeta lírico».  Así describía Edgar Neville la delicadeza y ternura de un ejemplar de hijo de oveja del que dió cuenta en un horno de asar de esa localidad segoviana, hace más de medio siglo.

La frase forma parte del libro «Mi España particular», una «arbitraria» guia gastronómica de nuestro país que Neville publicó en 1957 y que ahora ha reeditado «Reino de Cordelia». A bordo de un Aston Martin recién comprado en Inglaterra, el director de cine y escritor compañero de generación de Mihura o Tono, se recorrió España degustando los mejores platos y durmiendo en los mejores hoteles de la época.

El autor madrileño (1899-1967) se sumerge en la gastronomia de muchas provincias españolas, subrayando la superioridad de los arroces en Valencia, de los pescados en el País Vasco o del marisco gallego. Siempre con ribetes de humor, como cuando habla así del percebe, su crustáceo favorito: «Vive en grandes familias, como los mormones y los guantes».

Por ser una proto-guía gastronómica y turística –aunque posterior desde luego al extraviado Códice Calixtino–, Neville aconsejaba «la mayor de las desconfianzas a la hora de comer en Andalucía», centrándose en esa tierra el viajero, de acuerdo al cineasta, en el pescaíto frito y el jamón de Jabugo, «pero nada de platos complicados». Para compensar, dedica una extensa disgresión al flamenco y sus diferentes cantes y palos.

El libro incluye una interesante nómina de sitios imprescindibles de conocer en una visita relámpago a Toledo, de cuya gastronomía destaca las perdices y los huevos con magras. Y de Barcelona subraya su «cocina a base de pescados y mariscos». y donde encuentra, como le pasa en Madrid, «una infinidad de restaurantes donde comer bien». Ya en los años cincuenta del siglo pasado.

La arbitraria guia, como la llama acertadamente su autor, se completa con una lista de lo que él consideraba vinos buenos en aquel 1956, que sólo recoge doce tintos –entre ellos uno de 1890, bastante añejo–, un clarete y cinco blancos, así como cuatro vinos de jerez,  cuatro soleras, cuatro coñacs y cinco anises.

Este ejemplar de Neville habla de varios establecimientos que siguen abiertos hoy, junto a otros muchos que desgraciadamente fueron cerrando sus puertas, pero que seguramente fueron semilla de lo que hoy se considera una de las mejores gastronomías del mundo. El libro permite descubrir, a través de los ojos del socarrón polifacético que fue el director de «La Torre de los Siete Jorobados», la España de mediados el siglo XX por sus platos y sus alojamientos.

Claro que Neville no oculta que en sus rutas es importante la financiación. «Un turista sin dinero es un desgraciado y yo sólo recomiendo los mejores sitios, que casi siempre son los más caros. Cuando no se tiene dinero se queda uno en casa, ahorrando para viajar cuando se tenga», aconseja en el prólogo. En estos tiempos de crisis, la cita es una provocación, pero no esperen nada políticamente correcto en este libro, de acuerdo a su año de edición.

 

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