“El 80% de la comida es entretenimiento”. Con este lema, el cocinero Miguel Fernández, propietario de Catering Chinchón, ha logrado transformar la cocina tradicional en cocina de vanguardia, asombrando a todos los que prueban sus divertidos, originales y, a la vez, sabrosos platos.
Originario de la pequeña localidad madrileña de Chinchón, Miguel Fernández lleva nueve años con su empresa de catering, cuyos platos son diseñados y elaborados por él mismo, y 14 años en su cafetería en el barrio madrileño de Chamberí, en la calle de Modesto Lafuente.
Sin perder la cocina tradicional, Miguel Fernández transforma unas pequeñas rodajas de morcilla y queso en galletas Oreo, y unos palitos de queso en escobas que barren sobrasada y ajetes.
Algunos alimentos, como el jamón ibérico o el queso, no se pueden modificar, pero con el resto (desde unas migas con chistorra hasta un solomillo de buey) “se puede jugar”, aseguró Miguel Fernández a Actualidad Gastronómica.
Catering Chinchón, que sirve comida a numerosas empresas de Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León, principalmente, ofrece una nueva forma de degustar platos. En su carta (que renueva cada año) no faltan creaciones que suenan a poesía, como Papel de violeta sobre una royal de boletus; Cerezas en almíbar de foie de pato; Flor de hibiscus rellena de crema de queso; o Carabinero con corteza de cerdo en chupito de cabracho.
Sin embargo, también cuenta con platos contundentes que no pierden originalidad, como Medallón de solomillo de buey encaminado en el bosque; Tronco de jabalí al cazador con lascas de trufa; o Panceta de Domingo sobre yuca y virutas de tomate seco.
Según Miguel Fernández, una de las cosas positivas de la cocina molecular es que hay que hacerla en el momento, lo que garantiza el perfecto estado y la calidad de la comida, y concluyó asegurando que “los productos de primera calidad te garantizan el 70% del éxito”.